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LA IMPORTANCIA DE LA “AUTOCHARLA”

“No son las cosas las que nos perturban, sino nuestra visión de ellas”

                                                                                                                  Epicteto


En un concurrido teatro, una mujer se levanta de repente, da una bofetada al hombre que está junto a ella y rápidamente se va por el pasillo hacia la salida. Cada una de las personas que han visto la escena reacciona a su manera, de forma idiosincrática. Una mujer se sobresalta, un adolescente se encoleriza, un hombre maduro empieza a deprimirse, una asistente social siente una sensación agradable. ¿Por qué el mismo suceso provoca tan diferentes emociones en la audiencia? Podemos encontrar la respuesta examinando los pensamientos de cada observador.

La mujer asustada pensó: “en casa siempre la debe estar molestando y no ha podido aguantar más”, imaginando los detalles de una paliza brutal y recordando las veces que la han maltratado.

El adolescente colérico pensó: “Él solo quería un beso y ella lo ha humillado. Pobre tío, realmente es una perra”.

El hombre maduro que reaccionó con tristeza pensó: “ahora la ha perdido y nunca más volverá a verla”, mientras veía la cara de su esposa llena de cólera.

La asistente social sintió un placer agradable porque pensó: “Se lo ha ganado. ¡Qué mujer más fuerte! Quisiera que algunas de las mujeres tímidas que conozco hubieran visto esto”.

En cada caso la emoción del observador fue una consecuencia de sus pensamientos. El suceso fue interpretado, juzgado y etiquetado de tal forma que fue inevitable una respuesta emocional particular. Todas las personas están constantemente describiéndose el mundo a sí mismas, dando a cada suceso o experiencia una etiqueta. Hacen interpretaciones de lo que ven y oyen, juzgan los sucesos como buenos o malos, temibles o agradables, deciden si pueden ocasionarles algún peligro o una seguridad relativa.

Estas etiquetas o juicios se forman a lo largo de un interminable diálogo de cada persona consigo misma, y colorean toda la experiencia con interpretaciones privadas. El dialogo ha sido comparada con una cascada de pensamiento que fluye de la mente sin interrupción. Raramente nos damos cuenta de ellos, pero son los suficientemente poderosos como para crear las emociones más intensas.

El dialogó interno ha sido denominado “auto charla” (self talk) por el terapeuta racional emotivo Albert Ellis, y “pensamientos automáticos” por El teórico cognitivo Aaron Beck.

La mayoría de la gente charla con los demás de forma muy diferente de como lo hace cuando habla consigo misma. A los demás, normalmente se describen sucesos de la vida como una secuencia de causa efecto. Pero al mismo tiempo, las personas pueden hablar consigo mismas con inusitada virulencia y desprecio. Un ejecutivo explicaba en voz alta: “poco después de perder mí trabajo, me fui sintiendo cada vez más deprimido”. Nadie pudo escuchar los pensamientos que le desencadeno el desempleo: “Nunca seré capaz de mantener a mí familia… nadie me contratará… soy un fracasado…no soy capaz de hacer esto…” No importa cuales fueran estas sobregeneralizaciones irreales, el ejecutivo creía en aquel momento lo que se estaba diciendo a sí mismo.

La Terapia Racional Emotiva nos ayuda a identificar esos pensamientos automáticos e Ideas Irracionales que nos perturban y no nos ayudan a conseguir nuestros objetivos. Cambiándolos por pensamientos más racionales que nos ayuden a llevar una vida más plena y satisfactoria.

 

Juan Manuel Lozano

Psicólogo Col. Nº 22267

Mindfulness y TREC

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